¿En cuantas ocasiones nos ha llegado a casa una nota del profesor hablando del comportamiento de nuestros hijos? ¿y cuántas veces vuestros hijos no han hecho los deberes o han suspendido un examen? Podríamos decir que es algo habitual, que a todos nos puede pasar. Ahora bien, cuando algo por el estilo sucede, ¿cómo reaccionáis? ¿qué hacéis?

En la mayoría de los casos es fácil recurrir al castigo pues esto es lo que hemos aprendido de nuestros profesores y padres/madres ¿no?, ¿pero, que entendemos por castigo? Según lo que hemos aprendido con los años (y por haberlo vivido expresamente) entendemos por castigo quitar una cosa que la otra persona quiere, por ejemplo, un tiempo para ver la tele, de jugar a la play, algún juguete, no poder quedar con los amigos, etc…

Lo hacemos pensando en el bien de nuestros hijos. Creemos que así su actitud cambiará, pensamos que como valoran tanto sus cosas, serán capaces así de cambiar su manera de actuar, de estudiar más para el próximo examen o simplemente se comportarán “bien”.

En mi opinión los castigos no funcionan, al menos, no de la manera en que los aplicamos. Según las bases de la neurociencia, cuando una persona se comporta de manera “inadecuada”, o su comportamiento no es el esperado por los demás, no lo hace queriendo, sino que su cerebro emocional desencadena una serie de respuestas y conductas ante algo que siente como peligroso o doloroso. Nos deberíamos preguntar entonces, ¿qué ha sucedido para que mi hijo/a haya recibido una incidencia del colegio?¿qué debe haber pasado para que se haya comportado así?¿qué le ha provocado este gran malestar para hacer lo que ha hecho? ¿por qué no ha querido hacer los deberes o estudiar para el examen? ¿qué le debe estar pasando?

La mayoría de las veces, contestar a estas preguntas será difícil, pero si además de lo que nuestros hijos puedan estar viviendo o hayan vivido, añadimos un castigo, nos enfadamos, e incluso les llegamos a gritar, lo único que conseguiremos es agravar el problema de fondo, desencadenando así, más comportamientos indeseados e incontrolables.

Llegados a este punto, lo que debemos hacer es entender que es lo que les está pasando. Con entender lo qué pasa y transmitir nuestra comprensión les habremos ayudado muchísimo. No hay nada como sentir que alguien que nos quiere nos entiende, ya que normalizar lo que nos esta sucediendo, nos hace sentir menos culpable, y este es el primer paso para preguntarnos cómo queremos afrontar el problema y actuar.

Artículo de Marina Cano Estanislao.

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